Mar 18, 2019 | 12:00 PM
El segundo embarazo de Sarah Bradley transcurrió sin incidentes hasta las semana 30, cuando se dio cuenta de que estaba hinchada, se sentía sin aliento y tenía una fatiga poco común.
Cuando su pecho y su lado izquierdo también comenzaron a doler unas semanas más tarde, la joven de 27 años originaria de Roswell, Nuevo México (Estados Unidos), acudió a la sala de emergencias. Las pruebas revelaron que tenía insuficiencia cardíaca.
Sarah fue trasladada a un hospital en Albuquerque, donde los médicos descubrieron la causa subyacente de su problema cardíaco: la miocardiopatía periparto, una enfermedad poco frecuente en la que el corazón se debilita y se agranda hacia el final del embarazo o dentro de los cinco meses posteriores al parto.
Los médicos estabilizaron su condición e indujeron el parto una semana después. Su hijo, Logan, nació cinco semanas antes. El bebé fue llevado a la unidad de cuidados intensivos (UCI) neonatales, mientras que a Sarah la trasladaron a la UCI de cardiología. Se fue a su casa unas semanas más tarde con un medicamento que se suponía debía ayudarle a fortalecer su corazón.
En cambio, un episodio de desmayo envió a Sarah de regreso al hospital en Albuquerque. Las pruebas mostraron que su corazón estaba funcionando al 5 por ciento. La enviaron a la Clínica Mayo en Phoenix, donde recibió un dispositivo de asistencia ventricular izquierda (LVAD, por sus siglas en inglés) para que su corazón siguiera bombeando hasta que pudieran encontrar un donante de dicho órgano.
Llena de miedo, Sarah sintió que nadie entendía por lo que estaba pasando.
Tiempo atrás, Amanda Gabaldon pensó lo mismo.
Amanda, que en ese entonces tenía 29 años, había sido diagnosticada con la misma afección un año antes. Viviendo en un suburbio de Albuquerque, se estaba recuperando de un trasplante de corazón cuando vio una noticia en la TV sobre Sarah. Amanda encontró a Sarah en Facebook y le envió un mensaje.
“No te conozco, pero estoy aquí para ti”, escribió.
Sarah respondió rápidamente, y las mujeres pronto comenzaron a comunicarse a través de llamadas telefónicas, mensajes de texto y correos electrónicos. Pasarían otros dos años antes de que Sarah tuviera un nuevo corazón. La amistad les brindó una salida importante para compartir sus miedos, hacer preguntas y encontrar esperanza.
“Ella era la única que sabía por lo que estaba pasando”, dijo Sarah. “Era ese hombro en el que podía apoyarme para hablar de cosas que nadie más entendía”.
Para Amanda, la amistad ofreció apoyo y validación mientras continuaba su recuperación.
“Hablar con alguien que tenía los mismos problemas me ayudó a sentirme menos sola”, compartió.
La historia de Amanda comenzó en noviembre de 2013, aproximadamente una semana después del nacimiento de su hija, Kassidy.
Amanda comenzó a sentirse sin aliento, y estaba tan fatigada que no podía levantar a su bebé de 3 kilos. La joven tenía una tos y un gorgoteo en su pecho. Esto hizo que buscara tratamiento, pero le dijeron que probablemente era un resfriado y que su cuerpo se estaba adaptando a los cambios por haberse convertido en una nueva mamá.
Un mes después, tuvo un paro cardíaco. Una vez fuera de peligro, le diagnosticaron insuficiencia cardíaca y miocardiopatía periparto. Le colocaron un LVAD en febrero de 2014 y se sometió a un trasplante de corazón en julio.
Pocos meses más tarde se conectó con Sarah.
“Aunque conocí a otras mujeres que recibieron trasplantes, ninguna estaba en la misma situación que yo y Sarah, así que nos adoptamos mutuamente”, señaló Amanda.
Mientras esperaba su trasplante, Sarah trató de continuar su vida normal en el trabajo hasta que un ataque isquémico transitorio o mini accidente cerebrovascular la envió de regreso a la Clínica Mayo en Arizona. Ahora tenía otro problema: sus niveles de anticuerpos eran extremadamente altos, lo que disminuía las posibilidades de encontrar un donante compatible para un nuevo corazón.
Ante ello, su equipo médico trabajó para que la atendieran en un hospital de California, con la esperanza de aprovechar un grupo de donantes más grande.
En marzo de 2017, fue aceptada por la Universidad de California en San Diego.
“Ya llevaba dos años y medio en la lista”, relató Sarah. “Todo lo que podía pensar era: ‘¿Cuándo será mi turno? Tengo dos niños pequeños que dependen de mí'”.
En la Pascua de 2017, Sarah recibió la tan ansiada noticia. Sin perder más tiempo, se sometió al trasplante al día siguiente. Regresó a casa en el mes de junio, justo antes de que cumpliera 29 años.
Sarah volvió al trabajo en marzo del 2018. Se ha seguido adaptando a sus actividades normales con sus dos hijos, Logan, ahora de 4, y Caleb, de 7.
“Había estado enferma durante tanto tiempo que olvidé lo que se sentía estar saludable”, expresó.
A pesar de los fuertes lazos que Sarah y Amanda crearon, no se reunieron en persona hasta el pasado mes febrero en Albuquerque. Amanda sorprendió a Sarah asistiendo al almuerzo anual de Go Red for Women, un movimiento nacional creado por la American Heart Association para combatir la enfermedad cardíaca y el infarto cerebral en las mujeres.
Con las crisis de salud que padecieron, sus conversaciones en estos días ahora se enfocan en la vida cotidiana.
“Poder compartir mi historia e impactar a alguien como Sarah, significó el mundo para mí”, destacó Amanda. “Realmente me mostró cuánto una persona puede impactar a otra y lo que significa unirnos como comunidad”.
Fuente: Health Day News
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